Seguimos acercándonos a la Navidad y, en esta ocasión, nos detenemos en uno de esos elementos que antes se nos vienen a la cabeza cuando recordamos una reunión pasada o nos ponemos a pensar en la próxima: los manjares que consumimos en estos días tan especiales.
Como en cualquier otro país del mundo, son infinidad los platos que ponemos sobre la mesa, muchos de ellos importados de otros lugares como el pavo o los turrones. En Suiza no hay un menú tradicional explícito para las navidades, sin embargo, hay algunos platos que son indispensables, y que llevan compartiéndose por las familias helvéticas desde hace siglos.
En primer lugar, en muchos hogares es imposible imaginarnos una Nochebuena sin una ‘Fondue Chinoise’ sobre el mantel. Deliciosas y finísimas láminas de carne de vacuno que se cuecen en una fondue llena de caldo caliente de verduras (sustituyendo al queso) para, a continuación, impregnar de salsas como la mayonesa con hierbas o especias o la tártara.
Tampoco suele faltar la ‘Raclette’ o la ‘Fondue’ de queso, que se consumen durante todo el invierno, ni tampoco la pierna de jamón cocida acompañada de ensalada de patatas. Pero si hay algo que caracteriza la temporada navideña de Suiza son los dulces, siendo las galletas la auténtica “estrella” de estas fiestas.
Su elaboración (porque, obviamente, no son prefabricadas) es además todo un evento en las casas, ya que es una tarea en la que suelen implicarse los más pequeños. Desde semanas antes todas las tiendas de alimentación se engalanan con moldes y diversos ingredientes que despiertan la creatividad de los niños, quienes esperan con nervios la hora de amasar y decorar estos exquisitos bocados.
Cada parte del país tiene sus galletas de la región, como las ‘Tirggel’ de Zúrich o los ‘Läckerli’ de Basilea, sin embargo, las estrellas en la mayoría de los cantones durante las fiestas son las ‘Zimtsterne’, ‘Brunsli’, ‘Mailanderli’, ‘Vanillekipferl’ o ‘Spitzbuben’. Cada vez más las costumbres traspasan las fronteras regionales y los artesanos se dejen llevar por la imaginación… ¡y el sabor!