Cuando en el Colegio Suizo de Madrid hablamos de convivencia y respeto, no solo nos referimos al que hay que dar a nuestros compañeros, profesores o cualquier persona con la que tratemos en nuestro día a día. También estamos pensando en los animales, esos amigos que tantas veces comparten momentos con nosotros en casa o en las salidas de Bosquescuela, o en excursiones como la visita a la Granja Escuela.
En este sentido, Suiza es uno de los países en los que más derechos se conceden a los animales, figurando cada año en los puestos más altos del Índice Mundial de Protección Animal. No en vano, la Ley Federal de Protección de los Animales establece que, cuando tengamos que tratar con un animal, “debe respetarse su dignidad, es decir, su valor inherente”.
En la práctica, esto significa que nadie, sea cual sea su profesión (ganadero, carnicero, científico…) puede “someter a un animal indebidamente al dolor, al sufrimiento, al daño o al miedo”. Con este dictamen, la legislación helvética protege a los animales ante prácticas deleznables a las que a veces son sometidos, como hacerles ingerir alcohol, teñirles el pelo u otras humillaciones. Del mismo modo, está prohibido cortar las orejas o el rabo de los perros, igual que es obligatoria la anestesia ante la castración o la mutilación de cuernos en las especies que los tengan.
Disposiciones específicas para granjas, laboratorios y mascotas en casa
Evidentemente, una de las mayores concentraciones de animales se produce en las granjas. Y en el caso de Suiza se exige un cierto bienestar para los cerdos, vacas, gallinas… que allí viven. De este modo, en los establos, por ejemplo, cada cabeza de ganado debe tener como mínimo dos metros cuadrados, y hay un tope de población, delimitado en 300 terneros, 1 500 cerdos o 18 000 gallinas. Una dignidad que se hace extensible a su viaje hasta el matadero: ningún animal puede estar más de ocho horas a bordo de un vehículo (en la Unión Europea este límite está fijado en 24 horas).
En cuanto a la experimentación con aminales para fines científicos, solo están permitidos si no existen otras alternativas. Por tanto, estas prácticas, según la mencionada Ley Animal, solo pueden llevarse a cabo “si el peso de intereses muestra que el experimento es permisible” y, en caso de que se produzca debe seguir el principio de las 3R (por sus siglas en inglés de replacement, reduction y refinement): sustitución a través de métodos alternativos, reducción de la cantidad de animales utilizados y perfeccionamiento para hacer que los métodos sean más humanos.
El 90% de los animales de prueba son ratones, aunque también se utilizan ratas, conejos, perros, gatos o primates. Algo que podría tener los días contados, ya que el 13 de febrero los ciudadanos helvéticos votarán si aprueban o no una disposición que pretende prohibir completamente la experimentación e investigación científica en animales y humanos y la importación de cualquier producto que haya sido experimentado en animales.
Nos fijamos, por último, en las mascotas. Suiza es el único país europeo que exige que todos los perros lleven microchip y estén registrados en una base de datos central y, en especies como los conejillos de indias, conejos y periquitos, la ley del país exige que, como mínimo, se mantengan en parejas. Los gatos solos “deben tener un contacto diario con gente o la visita de otro gato” y en los refugios de animales se aseguran de que el gato que dan en adopción tenga unas buenas condiciones de vida en su nuevo hogar.
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