Hay muchos momentos de la historia que nos gustaría borrar para siempre y, sin duda, la Segunda Guerra Mundial es uno de ellos. El conflicto bélico que asoló Europa a mediados del siglo XX marcó un antes y un después en el destino de millones de personas y, todavía hoy, seguimos recordando aquella tragedia como algo que jamás debe volver a suceder.
Cuando callaron las armas, la vida volvió, recuperándose todas aquellas actividades que se desarrollaban hasta que estalló el conflicto. Lo hizo el arte, la cultura, la vida social… y, por supuesto, el deporte. Un aspecto en el que Suiza, y concretamente St. Moritz, jugó un papel esencial, ya que en esta localidad en plenos Alpes se celebraron los Juegos Olímpicos de Invierno de 1948, los primeros tras la IIGM y conocidos como “los Juegos de la Regeneración”.
Estos quintos JJOO de Invierno ya fueron especiales porque, por primera vez, se repetía una sede. St. Moritz ya había albergado este evento en 1928, y el comité decidió volver a decantarse por este lugar porque las instalaciones que se habían utilizado en dicha ocasión seguían estando en óptimas condiciones. La otra alternativa era Lake Placid, en Nueva York (Estados Unidos). De este modo, doce años después de la última cita olímpica invernal, el mundo volvía a fijar sus ojos en las pistas de esquí en vez de en los tanques.
El 30 de enero tenía lugar la ceremonia de apertura de unos Juegos Olímpicos en los que participaron 669 atletas —592 hombres y 77 mujeres— de veintiocho países. Entre ellos no estaban ni Alemania ni Japón, que no fueron invitados, ni tampoco hubo representantes de la extinta URSS, que no envió ningún atleta, pero sí diez delegados en calidad de observadores para que determinasen cuánto éxito podrían haber tenido sus participantes si hubieran ido.
En total hubo cuatro deportes, divididos en nueve disciplinas y veintidós pruebas. También se desarrollaron pruebas en dos deportes de demostración: la patrulla militar, que pasaría a ser el biatlón, y el pentatlón, que se retiró del programa tras esta edición.
Fue también la edición en la que el esquí alpino hizo su verdadero debut olímpico, ya que en la edición de 1936 se celebró una prueba combinada, pero en esta ocasión hubo tres competiciones para hombres y mujeres. También tuvo lugar la carrera de skeleton, una modalidad de trineo exclusiva de la estación de St. Moritz, que era olímpica por segunda vez y, para muchos, la última. Sin embargo, el skeleton volvió a formar parte del programa olímpico en varias ediciones posteriores.
Fue, en todo caso y tal y como hemos visto, una edición de los Juegos Olímpicos muy marcada por la política. De hecho, se registró otro “incidente”, en el que se vio envuelta la delegación del Líbano, el único estado árabe inscrito. Dicho país protestó por la autorización para participar de un equipo palestino, que en realidad representaba al naciente estado de Israel y que estaba compuesto en su totalidad por deportistas judíos. Sin embargo, el asunto no llegó a más porque no pudieron prepararse y finalmente no pudieron acudir a la cita.
No fueron unos Juegos Olímpicos de Invierno fáciles. St. Moritz tuvo que invertir mucho en las infraestructuras y también se construyeron y ensancharon carreteras y estaciones de tren, algo que dada la poca antelación (el fallo definitivo fue en septiembre de 1946) fue todo un desafío. Pero fueron todo un éxito y, sobre todo, significaron que el mundo recuperaba la cordura después de la mayor locura bélica de la historia.
Photo by Mathias Elle on Unsplash