Era una imagen que se repetía en prácticamente todos los aeropuertos del mundo. Un avión, blanco impecable, con la bandera suiza en el timón de cola. Este símbolo era el que hacía únicos los aparatos de la aerolínea ‘Swissair’, una de las más importantes del mundo, pero cuya historia duró ochenta años.
Los que van desde su nacimiento, el 26 de marzo de 1931 tras la fusión de Balair y Ad Astra Aero, hasta el 2 de octubre de 2001, fecha en que se declaró oficialmente en quiebra después de años de declive. Pero, en esas ocho décadas de vida, hubo muchos hitos que merece la pena recordar.
En realidad, se puede decir que su viaje por los cielos empezó de verdad después de la Segunda Guerra Mundial, concretamente en 1947, cuando se reabrió la navegación aérea tras la contienda. Fue, sin duda una de sus mejores épocas, con aumentos de capital que permitieron a los aviones de la cruz llegar a puntos tan distantes como Nueva York, África del Sur o diferentes países de Hispanoamérica.
A mediados del siglo XX la Confederación Helvética poseía algo más del 30% del capital de Swissair, aprovechando dicha coyuntura no solo para comprar algunas de las aeronaves más modernas del momento, sino también para formar relaciones de cooperación, como la que se dio en 1958 con la aerolínea escandinava SAS, adquiriendo aparatos en común para reducir costos y ampliar horizontes.
Uno de los momentos clave es la adquisición, en 1979, de su primer Boeing 747-200, el avión comercial más grande del momento. Era la guinda a un proceso que había llevado a Swissair a ser una de las referencias en aviación en todo el mundo, con grandes posibilidades de expansión gracias a la neutralidad suiza, que permitía llegar a destinos vetados para otras compañías pertenecientes a países de alguno de los dos bloques antagonistas que surgieron durante la ‘Guerra Fría’. Tal era su éxito que incluso fue la impulsora, en 1983, de la ‘Business Class’.
Precisamente en la década de los ochenta se produjo uno de los primeros grandes cambios en la industria, con la liberalización del tránsito aéreo en EE.UU. Ello aumentó los costes para las compañías, pero Swissair supo reinvertir y reinventarse y comenzó a apostar, además de los viajes, por la administración aeroportuaria, el catering o el mantenimiento de aviones. Pero este fue, para muchos, el germen del colapso de la aerolínea: al ampliar tanto el espectro de negocio, se comenzaba a dejar de lado el principal, que no era otro que el transporte aéreo.
Los noventa, el principio del fin
La crisis del Golfo supuso un mazazo para la mayoría de compañías aéreas, incluida Swissair. La escalada del precio del petróleo, unido al cada vez mayor aumento de los costos que debía asumir la industria aérea, llevó a la compañía helvética a declarar pérdidas por valor de 99 millones de euros en el año 1990, y por tercera vez en su historia (tras 1951 y 1961) no pudo pagar dividendos a sus accionistas.
Solo un año después, en 1991, se liberalizó el transporte aéreo en Europa, abriéndose una lucha de precios… en la que Swissair se quedó atrás debido al rechazo en 1992, por referéndum, de la entrada de Suiza en el Espacio Económico Europeo. Ello impidió, entre otras cosas, que los pasajeros de dicho espacio pudieran hacer escala en un país no miembro (si este
se dirigía de un país EEE a otro EEE), además de tener restricciones para entrar en aquellos países.
En esa década, Swissair puso en marcha su ‘Hunter Strategy’, una estrategia de gran expansión que consistía en comprar y aliarse con aerolíneas pequeñas, pero que se hizo insostenible a medio plazo debido a la falta de liquidez de la compañía. Los atentados del 11 de septiembre y su tremendo impacto supusieron el tiro de gracia y, como vimos al principio, el 2 de octubre de 2001 Swissair se declaró en quiebra.
La crisis de la compañía llegó a tal punto que los capitanes tenían que llevar dinero en efectivo para garantizar los pagos de combustible en los aeropuertos extranjeros. Finalmente, el 31 de marzo de 2002, cesaron todos sus vuelos y Crossair, que había nacido en la década de los setenta, asumió el papel de compañía nacional y las operaciones internacionales.
‘Swiss’, el renacer de las cenizas
En marzo del año siguiente, y gracias a un plan nacional de rescate de 3 000 millones de francos, surgió la compañía Swiss, que fue adquirida poco después por el grupo alemán Lufthansa, que llevó a esta nueva marca de nuevo a lo más alto.
Con un volumen de negocios de más de 5 300 millones de francos y un beneficio operativo récord de 636 millones de francos, en 2018 obtuvo su mejor resultado. Y en los últimos años ha aumentado tanto el número de aviones como de empleados, incluso superando la grave crisis que ha supuesto la pandemia por coronavirus. De hecho, hoy ocupa, según los premios World Airline Awards de SkyTrex, el 18º puesto entre las mejores compañías aéreas del mundo.
Así, la bandera suiza vuelve a surcar con orgullo por los cielos de todo el mundo.
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