Madrugar, a veces, supone un esfuerzo. Ir al colegio, a veces, supone un esfuerzo. Realizar una tarea desagradable, a veces, supone un esfuerzo. Confesar a alguien que le aprecias, a veces, supone un esfuerzo. Escalar una montaña, a veces, supone un esfuerzo.
¡Pensar y aprender también! Pero cada vez que he superado mi resistencia -y, por tanto, no he optado por la ley del mínimo esfuerzo– surge algo parecido a orgullo y satisfacción.
Orgullo y satisfacción porque he conseguido algo (solo o con otros). Orgullo y satisfacción porque me he abierto una puerta. Orgullo y satisfacción por haber hecho algo por la comunidad. Orgullo y satisfacción porque he alcanzado un nuevo nivel personal.
El que es capaz de superarse no huye de sí mismo y está abierto a nuevos horizontes.