El término “autonomía” viene del griego “autós”, por sí mismo, y “nomós”, la regla, la ley. Por lo tanto, se podría definir como la facultad de regirse por su propia ley. Es verdad, regirse únicamente por
leyes ajenas lleva en algunos casos a la neurosis, generalmente a la infelicidad. De otro lado, regirse solamente por tus propias normas lleva, me temo, a la soledad.
El arte de vivir felizmente consiste en encontrar el equilibrio delicado en el que uno consigue conocer las leyes, poder moverse con facilidad entre ellas, interactuar con su prójimo cariñosamente, sin perder demasiado la independencia. Eso es la autonomía personal que se debe perseguir, la independencia pragmática que aporta sosiego.
En el contexto educativo, me permito añadir, tenemos la obligación de crear espacios en los que los alumnos no solamente conozcan las normas de las ciencias, sino que puedan desarrollar la creatividad y la confianza para cambiar las leyes con el fin de crear un mundo mejor.