Es un valor al que se le tiene poca estima en los tiempos que corren. La paciencia nos da el sabor de las cosas bien hechas, a las que les dedicamos el tiempo justo y necesario y que pueden dar a luz un buen guiso, una buena historia, una buena amistad o, ¿por qué no?, un buen matrimonio.
A las cosas importantes hay que dedicarles cariño, cuidado y paciencia, porque las cosas hechas con las prisas de hoy en día dan pie a historias incompletas. No todo el mundo nace con ese don, que muchas veces con esfuerzo hay que cultivar. Pero si miramos a nuestros mayores, es muy probable que encontremos en ellos dicha virtud, de la que suelen ser grandes valedores.