Fueron mis profesores del Colegio Suizo, con su trabajo diario, su enseñanza desde el respeto y la igualdad, quienes me proporcionaron una lección magistral y auténtica de justicia, que me ha servido de guía y de ejemplo tanto en mi desarrollo personal como profesional.
Para ellos todos éramos iguales, sin importarles si éramos brillantes o torpes, problemáticos o pacíficos, simpáticos o retraídos o cualquier otra consideración. Y ello, precisamente, constituye uno de los pilares básicos de la justicia, cuando ante una situación idéntica se obtiene idéntico trato. De ahí mi agradecimiento y reconocimiento a todos mis profesores del Colegio Suizo de Madrid.