Sacrificio es “hacer sagradas las cosas”, honrarlas para, después, entregarlas. Desde el punto de vista de la educación, el sacrificio, tanto en el colegio como en casa, está relacionado con la organización de las tareas y los retos con los que nos enfrentamos cada día. Algunos de los retos nos resultan más fáciles y, otros, más difíciles. Es fundamental que aprendamos a cambiar hábitos para dejar de postergar las tareas más difíciles para “mañana”.
Cuando encontramos la manera óptima de programar lo agradable y lo desagradable, aumenta exponencialmente la satisfacción del alumno, aunque en determinados momentos sienta que tiene que hacer sacrificios.
Niños que saben hacerlo, aprendiendo a desarrollar este modo de sacrificio, adquieren unos hábitos que les van a ayudar en su vida futura. El niño aprende día a día, de manera disciplinada (sacrificio positivo), contenida y amorosa, la capacidad de ordenar su propia vida para lograr su mayor felicidad y éxito futuro.