Ser capaz de confiar es una virtud que poseemos los humanos y que tiene una importancia indescriptible en nuestras vidas. Muchas ramas científicas intentan entender, clasificar e, incluso, medir esta cualidad a través de modelos matemáticos, análisis neurológicos o ensayos químicos.
Bajo mi punto vista, este valor hay que entenderlo como si de un músculo se tratase: hay que mimarlo, trabajarlo, cultivarlo y entenderlo para poder sacarle provecho en nuestra vida cotidiana y evitar que juegue en nuestra contra. Precisamente, este es el aspecto que enfatiza nuestro Colegio al dejarnos el espacio necesario para equivocarnos
y aprender del error, para acabar confiando en nuestras propias aptitudes.
Da igual si se aplica la confianza a uno mismo o entre personas o grupos; en la vida personal o profesional, siempre será una virtud esencial para progresar personalmente, que debemos nutrir, ante todo, con una buena educación, con respeto y tolerancia.